viernes, 23 de noviembre de 2007

romerozarco.com


Queridos familiares:
Hoy es el primer día de una nueva era para la familia: ¡El primo Rafa de Cáceres ha registrado el dominio romerozarco.com! Y ha configurado una cuenta en un servidor que nos permitirá tener nuestro propio sitio en la red con todas las nuevas prestaciones de Internet.
Eso nos permitirá compartir más información, tener nuestros propios álbumes de fotos, cuentas de correo del tipo "fulanita@romerozarco.com", subir nuestros curricula para buscar trabajo, poner anuncios de nuestros negocios (el que los tenga, claro), enviar los enlaces que más nos interesan para usar nuestra web como página de inicio... y muchas cosas más que ahora ni se me ocurren.

Ahora contamos con la asistencia de un verdadero profesional (Rafa es informático y trabaja como profesor en un instituto extremeño). Está preparando un portal para la familia de esos dinámicos e interactivos que tanto os gustan a los más jóvenes. De momento he "subido" a nuestro sitio web (¡qué bien suena eso colegas!) los contenidos que tenía alojados provisionalmente en mi cuenta de la Universidad, así que BIENVENIDOS a:
www.romerozarco.com
Un nuevo mundo es posible... pero tenemos que construirlo nosotros
¡Un brazo!

martes, 13 de noviembre de 2007

El vendedor de barquillos. Cádiz, 1916

La Tía Virginia nos envía un relato ambientado en el Cádiz de principios de siglo, con sus calles estrechas y sus balcones con cierros:
Todas las tardes pasaba por la calle el vendedor de barquillos. Saludaba al abuelo al pasar por delante de la sastrería y éste, cada vez que podía, salía a comprarle un barquillo y se lo subía a su nieto de dos años (mi padre, el abuelo Manolo), que vivía en el piso de arriba.
Un día, estando el niño en el cierro (balcón cerrado típico de Cádiz) y al ver que el vendedor pasaba de largo, se puso a gritar con todas sus fuerzas para llamar su atención. Pero el que salió a la calle fue su abuelo enfadado. Con mucha educación le pidió disculpas al barquillero y le rogó que subiera con él, para que el niño se disculpara por la forma que había tenido de llamarle. El buen hombre lo comprendió y le regalo un barquillo. El abuelo, como no podía ser de otra manera, no consintió dárselo ese día.
En un rinconcito de su mente infantil se guardó el rencor por no haber recibido ese barquillo. Cuando llegó su chacha, Doña Encarnación, las lágrimas le caían a borbotones. Ella, que se hacía cargo de él mientras su madre daba a luz a su tercer hijo, permitió que se desahogara arañando la foto del abuelo, pero supo inculcarle con paciencia y mucho amor todo lo que necesitaba para hacer de él un niño bueno y aplicado.
Doña Encarnación, “mi chacha”, como él la llamaba, forjó el carácter del abuelo Manolo con lecturas y cariño. A los 3 años ya era capaz de leer las fábulas de Iriarte. Ella lo llevaba a misa y lo acompañó al altar el día de su primera comunión.
Cuando murió, allá por el año 1926, lloró tanto que lo castigaron. Siempre tuvo presente su cariño y sus enseñanzas. En la “semblanza” autobiográfica que mi padre escribió le reservó la siguiente estrofa:

"De chacha aristocrática
cogido de la mano
procesión y verbena,
sopa de hierbabuena
y camita temprano"

Poco tiempo después, cuando mi padre tenía 15 años, el abuelo enfermó y el nieto tuvo ocasión de demostrar lo que su chacha le inculcó. Cuidaba de él, le hacía los flanes que tanto le gustaban, le leía la prensa y lo aseaba cada día. Así fue como el abuelo Manolo dejó de ser un niño y empezó a ser un hombre.
Narración de la Tía Virginia, Tomares, año 2007