martes, 13 de noviembre de 2007

El vendedor de barquillos. Cádiz, 1916

La Tía Virginia nos envía un relato ambientado en el Cádiz de principios de siglo, con sus calles estrechas y sus balcones con cierros:
Todas las tardes pasaba por la calle el vendedor de barquillos. Saludaba al abuelo al pasar por delante de la sastrería y éste, cada vez que podía, salía a comprarle un barquillo y se lo subía a su nieto de dos años (mi padre, el abuelo Manolo), que vivía en el piso de arriba.
Un día, estando el niño en el cierro (balcón cerrado típico de Cádiz) y al ver que el vendedor pasaba de largo, se puso a gritar con todas sus fuerzas para llamar su atención. Pero el que salió a la calle fue su abuelo enfadado. Con mucha educación le pidió disculpas al barquillero y le rogó que subiera con él, para que el niño se disculpara por la forma que había tenido de llamarle. El buen hombre lo comprendió y le regalo un barquillo. El abuelo, como no podía ser de otra manera, no consintió dárselo ese día.
En un rinconcito de su mente infantil se guardó el rencor por no haber recibido ese barquillo. Cuando llegó su chacha, Doña Encarnación, las lágrimas le caían a borbotones. Ella, que se hacía cargo de él mientras su madre daba a luz a su tercer hijo, permitió que se desahogara arañando la foto del abuelo, pero supo inculcarle con paciencia y mucho amor todo lo que necesitaba para hacer de él un niño bueno y aplicado.
Doña Encarnación, “mi chacha”, como él la llamaba, forjó el carácter del abuelo Manolo con lecturas y cariño. A los 3 años ya era capaz de leer las fábulas de Iriarte. Ella lo llevaba a misa y lo acompañó al altar el día de su primera comunión.
Cuando murió, allá por el año 1926, lloró tanto que lo castigaron. Siempre tuvo presente su cariño y sus enseñanzas. En la “semblanza” autobiográfica que mi padre escribió le reservó la siguiente estrofa:

"De chacha aristocrática
cogido de la mano
procesión y verbena,
sopa de hierbabuena
y camita temprano"

Poco tiempo después, cuando mi padre tenía 15 años, el abuelo enfermó y el nieto tuvo ocasión de demostrar lo que su chacha le inculcó. Cuidaba de él, le hacía los flanes que tanto le gustaban, le leía la prensa y lo aseaba cada día. Así fue como el abuelo Manolo dejó de ser un niño y empezó a ser un hombre.
Narración de la Tía Virginia, Tomares, año 2007


2 comentarios:

Tío Carlos dijo...

Correo de Olga Romero Pizarro desde Valencia, 25 de Noviembre de 2007:

Querido tito,
Ha sido emocionante cómo desde un medio tan frío como es internet, he podido sentir el calor familiar, es difícil de describir...

Me ha encantado volver a ver a Irene y conocer a su gatita Sakura, ver fotos de Elisa (me imagino lo que os echará de menos allí en Austria, yo aquí echo en falta a mis hermanas y padres) y de Belén. A las dos mayores no soy capaz de recordar (me imagino que al ser menores que yo que voy para los 31, ellas tampoco me recordarán a mí) y me ha dado mucha lástima reconocer que me he perdido muchas cosas por el hecho de haber vivido en Madrid, pero en fín, aquí tengo la oportunidad para disfrutar de vosotros.

Me ha encantado ver las fotos de las bodas de Marta y Virginia, desde Valencia les deseo toda la felicidad del mundo en su nueva andadura. Me hubiera encantado asistir, pero, debido a mi trabajo con calendario y horario comercial, los fines de semana estoy atada a un mostrador... (ahora estoy en Yanes, y cambiaria todos los diamantes del mundo por disfrutar de esos momentos familiares) voy a hacer lo imposible para asistir al próximo acontecimiento y así compartir esos momentos felices que son los que al final, perduran en nuestra memoria.

Mi más sincera enhorabuena a Cristina y a Marta por sus precioso retoños, seguro que los abuelos Manolo y Matilde (a la que no pude disfrutar pero que siento tan cercana...) se sentirán muy orgullosos de ver cómo la familia sigue creciendo.

Te quiero dar las gracias de corazón por haber creado este blog familiar, aunque para ello, hayas tenido que dejar pasar sabrosos manjares en las bodas de mis primas, debes saber que la más exquisita de las delicias la has creado tú. MIL GRACIAS.

Mi padre te envía (te llama cariñosamente Carlitos) un fuerte abrazo y te da las gracias por la idea, me reitera que tiene muchos datos y anécdotas que estará encantado de compartir. Por mi parte te envío un millón de besos para que repartas con nuestra innumerable familia.

Olga.

Anónimo dijo...

¡Hola Olga!, hemos leído tu mensaje y nos ha hecho mucha ilusión que te acuerdes de nosotras. ¡Ojalá podamos vernos muy pronto! Muchos besos.
Gracias tita. Preciosa historia, muy visual. Me ha encantado imaginarme al abuelo en sus primeros años, y sentir las cosas que el vivía.
Gracias tita.