Historia de una gacela
¡Hola! Queridos nietos, queridísimos niños:
Os voy a contar una cosa que me ha ocurrido ayer.
Recibo una caja, un paquete, grande, a nombre de Julio Romero Zarco. Miro el remite y viene desde El Aaiún, desde el Sáhara. Bueno ¿qué será? ¿Qué será, Dios mío? Veo el nombre del remitente y no me acordaba de quién era. Pero abro la caja y veo un sobre dentro que pone:
“Querido amigo y compañero:
Hace muchos años que estuvimos juntos en el Sáhara. Yo fui médico del Hospital Civil de El Aaiún y cuando España lo entregó a Marruecos yo me quedé como director de ese hospital. Me casé con una marroquí y seguí viviendo aquí, en El Aaiún durante muchos años.
Pero ahora, ya que me he retirado, me he enterado que el hospital lo van a tirar para hacer un hospital nuevo más moderno. Entonces me acordé que tú nos regalaste la cabecita de una gacela, y pone aquí, en la placa ’Donado por Julio Romero Zarco’.
Yo he cogido este trofeo, lo he metido en una caja y te lo voy a enviar porque fue un gran recuerdo tuyo y de todos nosotros. Cuídalo y tú verás qué es lo que haces con él”.
Yo, todo nervioso, desembalo la caja y veo un bulto muy bien liado, con un papel de burbujas. Lo voy desembalando y… ¡Sorpresa, Dios mío! Es la cabecita del cuento que os conté de la gacela. Pero bueno ¡está perfecta! Así que me he hecho una foto con ella y he donado este trofeo al Museo de Ciencias Naturales de Madrid, donde hay muchos, muchos animales; donde van los niños de los colegios para ver cómo son los leones, cómo son los tigres, cómo son los ciervos y cómo es una gacela del Sáhara. Y allí la he entregado para que la cuelguen y se la enseñen a los escolares.
Me ha dado muchísima alegría volver a verla. Y ahora os mando una foto y vais a ver qué preciosidad es.
¡Un besito!
Gracias a mi hermana Virginia por enviarme el audio original y la foto.
Continuará...
Omnia mutantur, nihil interit
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