Queridos lectores:
Continuamos hoy con las aventuras de Pedro adolescente en El Tardón.
El día siguiente a nuestro primer encuentro [véase la historia anterior], quedamos muy temprano frente a una "corrala" [1] situada al principio de la calle San Jacinto.
Allí, Francisco me presentó a sus compañeros de trabajo, que formaban un trío y cada uno con su carro.
Al mayor de los tres, le llamaban "el poeta", pues todo lo que decía rimaba en versos. Del otro no me acuerdo mucho, y era de edad intermedia.
Cada uno de los carros tenía dos mulos y el nuestro, además, un burro en cabeza llamado "Jaimito".
Con gran destreza, aprendí a manejar el látigo de Francisco. Para correr un poco tronaba el látigo, dándole al burro de cabeza en las orejas, o bien con el mango a los cuartos traeros del mulo más cercano.
En ocasiones, se hacían pequeñas carreras cuando el espacio lo permitía. El lugar de carga de arena, era una cadena de "dunas" [2] situadas en la margen izquierda del río Guadalquivir, antes de la construcción del "muro" [3].
Mientras ellos cargaban la arena, yo me dedicaba a coger paloduz [4], que era de las pocas golosinas naturales que podía obtener. A veces, algún trozo de bocadillo.
Cuando, por la mañana, veía a los niños con esos carpetachos y maletones, me daban envidia, pero cuando me hice arriero y me pedían por favor que los montase, comencé a valorar donde estaba. Pues en muchas ocasiones llevaba el carro solo, mientras los arrieros tomaban unas copas.
Entonces Francisco me decía:
—Perico, ten cuidado con los guindillas [5], que nos multan.
Normalmente, eso ocurría desde la calle San Jacinto a Evangelista, en donde estaba el polvero. Cuando iba solo, le daba la vuelta al carro y, reculando con los tres animales, los del polvero quitaban la tranca y al avanzar con Jaimito a la cabeza, la arena se descargaba. Y allí esperaba a los demás arrieros.
Opera prima
Notas de Pedro:
[1] Una corrala era una casa vecinal típica en muchas ciudades, como en Sevilla. Compuesta por una gran entrada que daba acceso a un patio, y alrededor pequeñas viviendas en planta baja con primer o segundo piso por lo general.
[2] La cadena de dunas situadas en la zona izquierda del río (accesible a Triana), eran por aquel entonces muy potentes en arenas cuarcíferas, apropiadas para la construcción.
[3] Para prevenir inundaciones, se creó muy posteriormente un muro de contención sobre el cual están hoy día las carreteras que dan acceso al Aljarafe. Actualmente Carretera Cádiz-Huelva (Nacional 630) o Avenida de Carlos III (vulgarmente: carretera del muro).
[4] El paloduz (Glycyrrhiza glabra), se sigue encontrando en los arenales próximos al río, en mayor cantidad en la otra orilla (la derecha, según el nacimiento).
Nota de Carlos:
[5] Guindilla era el apelativo popular que se daba a los guardias urbanos, pues en el pantalón llevaban una banda longitudinal de color rojo guinda.
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