sábado, 19 de agosto de 2023

Julio y el mastín

Buenos días familia:

    Continuamos con las aventuras de Julio. Esta vez volviendo a su infancia.

    Tendría yo cuatro o cinco añitos, cuando me subí a una acequia de riego que estaba aproximadamente a un metro de altura del suelo y era muy estrechita… Medio metro, y cuyos laterales eran de cemento.

Ejemplo de acequia elevada, con bordes de hormigón.

    Yo me pensé que era como una autopista, para mí solo. Así que todo contento y avanzando por la acequia, mirando el campo a derecha e izquierda. Y, de buenas a primeras, cuando miro al frente, veo venir en dirección contraria, por encima de la acequia, a un perrazo enorme. Era como un mastín enorme, con la lengua fuera y trotando. Y se venía hacia mí; venía cada vez más cerca.

Mastín español guardando al ganado.

    Yo allí no podía ni moverme y digo:

    —¡Dios mío, me come!

    Aguanté a pie firme, siempre agarrado a los laterales de la acequia de cemento, y el perro se acercó a mí y me dio… Me dio un lametazo en toda la cara y se saltó al suelo, dejándome todo el camino libre [1].

    Ese día dejé de tenerle miedo a los perros.

    No había pasado más miedo… Pensando que me iba a comer, y sin embargo el animal me dio un lametazo y se quitó de en medio. ¡Bendito sea!

Cave canem!


Notas:

[1] El mastín español no es una raza especialmente agresiva. Pero su tamaño y su aspecto imponen mucho respeto. Solo pueden ser peligrosos si te acercas al ganado que guardan... En eso caso hacen frente incluso a los lobos.

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