martes, 15 de agosto de 2023

Miniaturas: el valor de lo pequeño

Querida familia:

    Hoy quedaba en el tintero (léase disco duro en estos tiempos) una narración corta de Virginia, de la serie dedicada a nuestros ancestros, pero como es muy corta, he añadido otra de mi cosecha que tiene con esa algo en común: las miniaturas, pequeñas obras de arte que hoy día no parecen muy valoradas. Burro grande, ande o no ande, sería nuestro lema en relación al arte.

El bisabuelo carpintero (por Virginia).-

    El abuelo de Manuel por parte de padre [1] tenía una carpintería y hacía unas miniaturas preciosas.

    En una ocasión en la que vino el rey Alfonso XIII [2], se quedó mirando el escaparate y vio un canastito de flores hecho en un huesesito de guinda. Salió el abuelo y se lo ofreció al rey.

Imagen de la primera visita del rey Alfonso XIII a Cádiz, en 1909. Diario de Cádiz, 12 de marzo de 2022 (edición digital).

    El rey, en agradecimiento, le envió con su mensajero un reloj de bolsillo de oro que a mi padre le encantaba, y lo conservaron durante muchos, muchos años.


El rinoceronte cojo (por Tío Carlos).-

    Uno de los tesoros de mi adolescencia era una miniatura hecha en marfil, del tamaño de una nuez, donde se representaba, con una talla minuciosa, la lucha entre un rinoceronte indio y dos perros de caza. Una pequeña maravilla.

    Fue un regalo de mi tía abuela Carmen [3], hermana de mi abuela Virginia, del Puerto de Santa María, que trabajaba como ama de llaves en una familia aristocrática y, de vez en cuando, le daban alguna cosa averiada. Al rinoceronte le faltaba una pata y a uno de los perros otra, por eso lo desecharon. Pero para mí era un verdadero tesoro.
Carmen Hernández López, tía Carmen (Cádiz hacia 1894 - Sevilla 1979).

    Un mal día, pasó por casa un anticuario ambulante, buscando trastos viejos que fueran de su interés (un verdadero buitre, pienso yo). Mi madre, vio la ocasión de deshacerse de un viejo reloj de pared que llevaba décadas sin funcionar, herencia de mi padre, reloj tan antiguo que ningún relojero de entonces sabía arreglar su mecanismo. 

    El avispado personaje le echó el ojo a la miniatura de marfil, sin duda sabedor de su valía, y le ofreció a mi madre diez duros (50 pesetas) por el lote. Mi madre, con tal de perder de vista al viejo reloj, no le dio importancia al hecho de añadir la miniatura en el trato. Además, los diez duros le venían de perillas.


Como no hay forma de encontrar algo remotamente parecido a mi querida miniatura os muestro en estas fotos las dos caras de una moneda de 50 pesetas de aquella época.
Figura de plástico de un rinoceronte indio (Rhinoceros inicornis).

    Yo me enfadé mucho, porque esa pieza era lo más valioso que tenía. Una verdadera obra de arte que hoy día sería carísima y muy difícil de obtener, puesto que el comercio de marfil está sometido a leyes internacionales muy estrictas.

    Pero supongo que los diez duros los emplearía mi madre en necesidades más perentorias que mi afición por los animales.

    Por cierto, las estatuillas antiguas de verdadero marfil (hay otras de marfil vegetal o imitación) tienen un precio de salida en subastas entre 50 y 5.000 €, según tamaño, conservación y calidad de la talla.

Inaudita altera parte

Notas:

[1] José Romero Peralta (Galicia h. 1850, Cádiz h. 1920). Este señor era uno de mis bisabuelos y, por tanto, el pentabuelo (abuelo del tatarabuelo) de mis sobrinos bisnietos Nilo, Alberto, etc.

[2] En la prensa de Cádiz se relatan dos visitas del Alfonso XIII a la ciudad:
  • Viaje a Andalucía realizado en el año 1909. En Cádiz el Rey quería conocer personalmente el estado de algunas construcciones navales que se llevaban a cabo en la bahía de Cádiz y el recién estrenado Hospital de Mora. 
  • Viaje en 1917 para visitar los Depósitos Francos y Campo del Sur para conocer las brechas de la muralla. “A continuación don Alfonso dio un paseo en automóvil por el parque Genovés, la Alameda, Zorrilla, plaza de Mina, San Francisco y plaza de San Juan de Dios.”
    Teniendo en cuenta la edad que tendría el pentabuelo, supongo que sería en la primera visita.

[3] Carmen Hernández López (“Tia Carmen”), que fue para nosotros como otra abuela. Era ama de llaves de los Condes de Osborne (familia Osborne-Ybarra) y murió en Sevilla ¿hacia 1970? En otra ocasión le dedicaremos un relato.

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